domingo, 13 de septiembre de 2015

"¿Y entonces?"

Un momento juntos. Un recorrido por la historia en medio del silencio. Nuestras risas y el latido de los dos corazones era todo lo que se hacía oír. En el espacio de la memoria recordamos por un instante que debíamos sacar todo lo que nos hacía mal para declararnos el bien del uno para el otro. Jugamos a seducirnos hasta quemar todo aquello que necesitábamos callar. Tu cara enrojecida, mis manos transpirando, los pasos lentos, el momento previo a avanzar, la ansiedad del no saber "¿Y entonces?" Entonces callamos mientras sonreías elevando tus pómulos afirmando tu inseguridad.

Clamábamos por lo bajo que pase. Era el cómo y dónde. Alinear los planetas. Dejar de pensar para actuar. Mientras debíamos estar en otro lado, nos perdimos en aquellas ganas inevitables donde nuestros labios se chocaran para descifrar que encontraríamos más allá de todo lo que nos rodeaba. No importó cuánto tiempo iba a durar ni cuando iba a morir, tan solo importó la pasión. La espera se agotó, y terminamos comprendiendo por unos minutos que los besos son para aprovecharlos para sentirse mejor.

Sin embargo allí se quedó. En los últimos soles calientes de marzo, en los minutos finales de un clásico con derrota, o en una crónica de una muerte anunciada. Y fue en tus labios donde murió mi ilusión. Del sueño al abismo, de la magia al sentirse un perdedor. Todos aquellos juegos tan solo bastaron para darme un minuto más de... ¿de qué? De pasión. Un minuto donde olvidé que había dolor, donde encontré respaldo para respirar mejor. En la ciudad de la furia encontré en vos signos de salvación.

Pero soltaste mi mano sin saber porqué. No nos diste ni siquiera una vuelta más para comprobar que el juego no terminó, y así te llevaste lo que nunca pudimos ser. Fuiste solo un sueño -¡mi mejor sueño!-. El desafío que asumiste por romper mis estructuras causó lo que ninguno esperó. Y sin mis límites me dejaste sentado junto a ti, callado, mirándome con los ojos llenos de lágrimas preguntándome "¿por qué otra vez así?". Causaste un estrago mayor. 

Te mentiría si te digo que no duele. Has abierto todas mis puertas, pero cerraste las de tus fronteras dejándome sin refugio. Me quedé a medio camino sin comprobar cuanto podía recibir de ti. Pero ¿por qué has matado esta linda sensación? ¿cuánto cuesta entrar a tu corazón? ¿cuántos más podrían formar una pasión donde la lógica y el corazón se pongan de acuerdo como en nosotros dos para dar paso a las risas y al quererse cada día un poco más? Los silencios de aquel primer momento se volvieron eternos al día de hoy, y yo, corro detrás de ti para que la corriente del olvido no gane y sepas que aquí estoy, esperándote a vos, para seducirte todos los días, y besarte en el temblor.

sábado, 12 de septiembre de 2015

11 de septiembre



No fue un día más en la historia del mundo. El planeta se partía en dos. La geopolítica trataba de explicar que ocurría. 3016 personas habían fallecido. Otras 6 mil estaban heridas. Cerca de 9 mil familias sufrían mientras el piso de la tierra todavía seguía temblando. Un sonido estruendoso se escuchó en todos los rincones -hasta en aquellos que la luz del sol jamás alcanzó-. Los corazones, inmóviles, se quebraban, mientras que los ojos explotaban en llanto. Un vuelo que atentaba contra el ser humano. Yo juntaba las bolitas con pinche que caían del árbol del vecino. Él, un 11 de septiembre, cumplía años, mientras las Torres Gemelas del histórico World Trade Center, en Nueva York, eran derribadas por dos aviones comerciales, y adjudicadas como ataques terroristas por parte de Al Qaeda.


Fue una de esas tardes difíciles de olvidar. Nosotros esperábamos como todo martes que llegarás de la pizzería familiar para festejar tu cumpleaños. 61 fueron los que cumpliste aquel día. Yo tenía 9 años, y la verdad, de política no entendía nada. Dedicaba mis días a juntar las bolas con pinches que caían del árbol del vecino para luego iniciar una "guerra" contra los amigos del barrio –que paradoja que sin darnos cuenta la guerra estaba en otro lado mientras nosotros jugábamos a ella-. Disfrutábamos corriendo por la calle preparados con esta especie de bala en nuestro fusil más potente: la mano. Pese a ello, el clima se notaba espeso. Quizá, el humo de la caída de esos mas de 200 pisos de bloques de cemento de los dos edificios llegaron hasta Haedo, o quizá, simplemente en casa estabas vos, siempre alerta con lo que pasaba en el mundo.

Mientras me ponía en cuclillas para estar mejor preparado para agarrar proyectiles y disparar, correr y escapar, tu oído estaba alerta, como siempre prendido a la radio -tal vez de ahí viene el amor que hoy comparto por este medio de comunicación-. Escuchabas en aquella vieja radio negra AM 710. Si, la famosa Radio 10. Te informabas, analizabas, y descifrabas lo que después me ibas a transmitir. Naciste un 11 de septiembre porque en fin, eras mi maestro. Te salía de adentro. Era instantáneo: llegábamos a la cocina, nos sentábamos frente a la mesa blanca, y te acompañábamos en el almuerzo mientras vos nos contabas que pasaba. Siempre con la radio prendida. Nos reíamos con el programa de Baby Etchecopar, aunque en verdad a esta altura ya ni siquiera sé si comprendía lo que pasaba. Lo que si recuerdo era que tu cumpleaños ya no volvería a ser uno más.

El ruido más fuerte que sonaba en el planeta era el de la destrucción. El llanto se hacia sentir. Sin embargo, cada 11 de septiembre, el ruido que más fuerte sonaba para mí después del 2008, era el de tus llaves colgadas de tu pantalón golpeando unas con otras. Un loco lindo producía un ruido de felicidad en medio de tanto dolor. Esperábamos con ansiedad la Pepsi de vidrio, que llegarás en bicicleta o en Majula -aquel ciclomotor que tiempo después algún desgraciado se robaría-. Te esperábamos con la sonrisa que te caracterizaba para salvarnos una vez más de cualquier pena. Te esperábamos para decirte "feliz cumpleaños, abuelo".

El 11 de septiembre de 2001 el mundo como lo conocíamos se venía abajo. Los terroristas inventaban nuevos terroristas. Las familias quedaban destruidas como las mismas World Trade Center. Cada 11 de septiembre, mi mundo se viene abajo cuando recuerdo que ya no voy a escucharte más junto a La 10, ni decirte "feliz cumpleaños, viejo", mientras te abrazo y siento el amor incondicional de tus brazos. Cada 11 de septiembre el mundo cambia, algunos sufren y otros ríen, pero ningún otro 11 de septiembre será como el de 1940, cuando el mundo te vio nacer. Ningún otro 11 de septiembre volveré a jugar a la "guerra", pero quizá algún día vuelva a correr a agarrar una bolita con pinches para usarla de proyectil contra los recuerdos que llenan de dolor, y decirte sin llorar "feliz cumpleaños, donde quiera que estés, maestro. Te amo eternamente".

sábado, 16 de mayo de 2015

Pasión y moralidad: rehenes de la falacia

Muchas veces estamos escuchando en el último tiempo estas dos palabras: en bares, en las calles, en las discusiones por televisión, en las aulas de estudiantes de periodismo, o donde quiera que uno vaya. Nadie puede extraerse del mundo fútbol, y mucho menos de un River-Boca o viceversa. Pero las justificaciones y las excusas, recaen siempre ante la tergiversación de estos dos términos: pasión y moralidad.


Por un lado, exponer sobre pasión o "folclore" -como lo llamamos en la Argentina-, es tratar de justificar cualquier hecho de violencia que ocurra en en el ambiente fútbol, por esa comprensión del término "pasión" como un grado de superación a la lógica que nos hace salir de nuestras casillas. El momento donde la locura puede desbordar hasta cualquier punto el comportamiento de un ser humano de manera "aceptable", por lo menos desde el punto de vista de aquellos que quieren hacernos tragar un verso que no es. La pasión es el instante donde -hasta de manera patriarcal- el hombre va a la cancha a ver a su equipo y descarga las tensiones que vivió durante la semana en su vida laboral o familiar: por eso mismo, ante un falle equívoco de un árbitro o juez de línea tiene el derecho a arrojarle un encendedor o insultarlo durante los 90 minutos del juego. El folclore, término que suena hasta romántico dentro del mundo fútbol, es el que permite las canciones xenófobas, el racismo, la discriminación, o el deseo de muerte del rival, solo por el hecho de tener una camiseta distinta. Nos permite también, amenazar al hincha contrario y que nadie se sorprenda de lo que estamos cantando. Claro, es "folclore". 
Sin embargo, esta noción de pasión esconde tras de si, una violencia enmascarada, encasillada bajo un término que la legítima y la proclama como un grito de guerra. Si, porque sin dudas lo que pasó el jueves desde la previa hasta el suceso del gas pimienta, pareció más a una guerra que a un simple partido de fútbol. Bajo esta visión que tanto la sociedad como el periodismo invitan a llamar "folclore", se recrudece la violencia interior -de manera más silenciosa- que luego se traduce en lo que todos debemos lamentar: la muerte de un hincha de Lanús en La Plata, un fanático de River acuchillado en la propia cancha, el drone, el gas pimienta, o los 100 tiros vividos en Bajo Flores antes de un clásico San Lorenzo-Boca por una interna política y los negocios de las barras bravas. Y aunque estos casos parecen simples ejemplos de hechos delictivos generados por el núcleo duro que tienen todos los equipos, no escapa a la complicidad del hincha "común". Aquel que desde su lugar acompaña a los violentos con sus cánticos, que los aplaude al ingresar, o que muchas veces se convierte en propio agresor, como ya se expuso, tirando un encendedor, o simplemente no deteniendo al que está apunto de agredir al rival sin medir consecuencias, y convirtiéndose en cómplice. El "folclore" es promotor de la violencia desde el lado romántico del término. 

Por otro lado, se ha vuelto palabra de toda frase la "moralidad". Y nos preguntamos ¿A que se quieren referir con "ahora son todos moralistas"? Cae de maduro que darle ésta utilización es una mera fantochada justificadora de los actos delictivos que se viven a diario en el fútbol argentino o en la sociedad. Y decidimos tomar el ejemplo desde ambos puntos:
en el caso actual, el uso de la "moralidad" lo toma sobre todo aquel hincha de Boca que trata de defender a sus colores desde la falsa noción de "pasión" que imposibilita ver la dimensión y gravedad del caso. Acusar a otros equipos por problemas del pasado y que no han sido sancionados -cuando los equipos no son quienes deciden sus propias sanciones-, o criticar al resto de las personas señalándolas porque "alguna vez vos también cantaste", es recaer en un argumento bajo y sin sostén. Pero lo mismo pasa en los problemas de la sociedad, y acá va el ejemplo certero: cuando un joven atropella a 6 chicos, dejando un saldo de 2 muertos, con el atenuante de venir a 127 km/hs, alcoholizado, corriendo picadas, muchos defienden que no critiquen o tilden de asesino al autor del hecho, simplemente por la idea de no ser "moralistas". El argumento de estos "paladines" de la defensa cae en acusar al resto en general de no ser falsos ya que "todos alguna vez superaron el límite de velocidad", o "quien no habrá tomado alguna vez y salido a manejar", dejando de lado nuevamente el problema real: 2 muertes por una infracción a las leyes.  
¿Y por qué entonces criticamos a aquellos que usan a la moralidad como un factor determinante para bajar penas o no poder ser críticos de una situación? Por lógica: que un caso anterior de violencia dentro de una cancha no haya generado una sanción ejemplar para un equipo, no quiere decir que nosotros no aplaudamos el día que las instituciones tienen decisiones fuertes y comprometidas, dando así una sanción ejemplar. Lo mismo en el caso de la justicia: que un caso de picadas anterior no haya generado una pena tan grave, no justifica que nosotros seamos críticos de una pena acorde al hecho sucedido ¿Acaso esta mal sancionar a quienes cometen un delito? ¿O decidimos nosotros también ser cómplices de estos actos por no ser "moralistas"? 
Por último, y sin temblar ni por un segundo el pulso, decimos que estamos seguros que todos deseamos una justicia más igualitaria, que actúe con los mismos parámetros ante los hechos de gravedad que vivimos a diario, y que no existan las condiciones económicas o de popularidad a la hora de pensar una sanción. Pero mientras no sea así, nosotros elegimos no tomar de rehenes a estos términos para utilizarlos como se deben. Quizá para algunos, en este momento, estemos siendo moralistas... nosotros preferimos no avalar a la violencia.

viernes, 20 de febrero de 2015

Pueblo, límite a la dignidad de los trabajadores


Más allá de la fiesta, de la espectacular vivencia de la noche, la música, el alcohol y la felicidad de los jóvenes por ingresar a uno de los boliches más importantes del país, existe otro Pueblo Límite a tan solo metros de todo lo dicho. Detrás de todo ese frenesí, de la “falopa” que se vende en la pista “Vibe” -el segmento de música electrónica que poseé el boliche- y de los cientos de jóvenes que salen de forma agonizante del lugar, existe otro Pueblo Límite. Existe aquel que limita la dignidad de sus trabajadores: 49 barman, alrededor de 20 camareros, aproximadamente 16 cajeros y 15 personas de depósito -quienes hacen los trabajos de reposición de las barras-. Existe sobre la terraza del bar “Studio Bar”, el lugar donde la vivencia es supervivencia y todo puede pasar.

La madrugada del primero de febrero dejó a la luz una verdad que se veía desde todas las partes del país. Con el arreglo y las coimas a la municipalidad de Villa Gesell, el complejo de Pueblo Límite funcionaba no solo como boliche, sino también como vivienda. Sin embargo, fue necesaria la intervención de Afip y el Ministerio de Trabajo para detectar las irregularidades que el boliche presentaba. Y como bien se marca en los informes televisivos, fue Afip quien encontró en el lugar a unos 100 empleados viviendo en condiciones de vida paupérrimas, con problemas de higiene y sin las comodidades básicas para una persona. Sin embargo, más escalofriante es conocer la manera en que fueron hallados los trabajadores: luego de haber cumplido sus tareas laborales durante toda la noche, los empleados fueron mandados a ocultarse en el pabellón o “pabe” -como es conocido entre los mismos por la manera en que se vive- siendo amenazados por el encargado, quien propinó una amenaza desde su boca, dejando en claro que de ver a alguno dando vueltas por el boliche, se iría sin cobrar todo lo trabajado durante el mes (una clara demostración del problema que podría tener el complejo si Afip conocía de estas irregularidades). O más extraño aún fue ver para quienes allí estaban, ver pasar delante de sus ojos corriendo al “dueño” del lugar, ingresar al pabellón y escapar por una ventana, subiendo a los techos del lugar. Quizá, tan rara como la secuencia de ver a un compañero de trabajo pasar cuerpo a tierra por la terraza del boliche para que los agentes de Afip no los viera.



Los lugares donde vivían los empleados:



El famoso pabellón, es un lugar que cuenta con dos habitaciones de 4x7 metros, donde hay falta de buena ventilación y donde se ubican una gran cantidad de camas cuchetas, y dos baños -uno de hombres y uno de mujeres-. En las mismas habitaciones convivían alrededor de 50 personas, quienes estaban en las más bajas condiciones de vida. El restante de los trabajadores, se encontraba viviendo en un complejo en Avenida 3 entre Paseo 117 y 118, donde Afip también hizo un allanamiento para constatar la calidad del mismo. Separados en alrededor de 10 habitaciones, vivían cerca de 60 empleados -camareros y barman-, completando cada pieza con un numero de entre 4 y 6 personas por cada una en un espacio reducido. Por supuesto que tampoco se contaba con una cocina, lo que hacia más elevado el gasto de los trabajadores, y los baños no contaban con la higiene necesario. Además, se transformaban en baños públicos, ya que las personas que iban a comer a los locales ubicados delante del complejo, ingresaban a utilizar estos mismos sanitarios, pudiendo traer un claro problema de seguridad. Por otra parte, la mayoría de las habitaciones no contaban con ventanas o eran fijas, lo que producía que se conviva en medio de la gran cantidad de humedad que se juntaba y el polvillo, lo que generó dificultades de salud para muchos de los jóvenes que allí se encontraban. Además, el boliche jamás se hizo cargo de los viáticos -300 pesos mensuales-, ni de los problemas que allí existían: durante una semana y media, los baños no contaron con agua caliente, exponiendo a bañarse con agua fría a los trabajadores con las bajas temperaturas de la noche gesselina.



Las irregularidades con Afip con respecto a los trabajadores:



La noche del 16 de enero, hubo un primer relevamiento de Afip en el boliche para constatar las condiciones de los trabajadores. Ese mismo día, todos los jóvenes fueron citados con una hora de anticipación a su horario de ingreso para tener una reunión con el encargado: allí mismo se les explicó a los empleados las cosas que debían declarar delante de Afip, por ejemplo, que contaban con un franco semanal rotativo, y que el horario de trabajo era entre las 23 hs y las 06 hs (en el caso de los barman), entre otras cosas. Esa misma noche, el relevamiento se hizo de forma ordenada y todo salió bien para el boliche, quien dejaba en claro que contestando algo fuera de lo establecido, el empleado sería echado. Sin embargo, los trabajadores jamás tuvieron un franco semanal, sino que a cada falta que tenían se les descontaría el día del sueldo. Además, el horario era entre las 23 hs y las 8 hs, sin pago de horas extras.
Por otra parte, cabe destacar que a boca cerrada, se trabajaba con una presión extra: la de ser despedido sin causa -o mejor dicho, con causa inventada- para reducir el gasto en personal. Esto mismo comenzó a ocurrir a partir del 28 de enero, con el despido de 2 barman por causas que se desconocen, y quienes fueron hostigados y amenazados con picanas eléctricas por la seguridad del boliche cuando fueron acompañados hasta el complejo ubicado en Avenida 3 para retirar sus cosas. Pero no es para asombrarse la cuestión de las amenazas: de boca del encargado, declararon empleados del boliche, escuchar decirles cara a cara que “el que tenga un problema, además de ser despedido se tendría que aguantar la paliza de su vida”. Y por estas mismas declaraciones, fue que Afip y Prefectura tuvo que quedarse en el lugar cuidando la salud de los 6 trabajadores que quedaron dentro del boliche por declarar en contra del lugar, hasta el momento del pago. Además, tuvieron que ser llevados hasta la terminal de Pinamar en la camioneta de Ministerio de Trabajo y en un auto particular de empleados de Afip, para preservar la seguridad de los mismos, quienes no tuvieron cubiertos el pasaje de vuelta, algo establecido en las condiciones de trabajo antes de llegar a la costa atlántica.
El día primero de febrero, el restante de los trabajadores que no quedaron en el boliche, fueron llevados a la estación de servicio Shell, para cobrar allí su sueldo. Muchos de los mismos, no se quedaron a declarar todo lo vivido por miedo a no cobrar y por el constante juego psicológico utilizado por uno de los encargados para que salgan del establecimiento, ya que no querían que estén presentes cuando llegara Ministerio de Trabajo, que venía a relevar a cada uno de los empleados para ver que no estén en condición de trata de personas. Los 6 empleados que se quedaron haciendo frente a la situación, fueron constantemente maltratados, custodiados siempre de cerca por el encargado de seguridad del boliche, mientras que eran fotografiados -no se sabe con que causa- por la encargada del pago de los sueldos, además de sufrir el maltrato verbal y la espera interminable para cobrar el sueldo. Gracias al trabajo de la Afip y la presión que ejercieron sobre el boliche, y solo gracias a la amenaza legal de ser llevada detenida la persona que debía pagarle a los empleados, se logró que les pagaran el sueldo completo. No es el mismo caso de quienes cobraron por fuera del establecimiento, quienes tuvieron descontadas las faltas al trabajo.



Desde el punto de vista impositivo, Afip pudo encontrar la evasión tributaria, además de establecerse que los dueños del boliche utilizaban 4 personas jurídicas y 6 personas físicas como testaferros. Cada uno de estos no presentaban bienes a su nombre, además de contar con un supuesto empresario de 19 años que ni siquiera estaba inscripto en Afip, y un monotributista clase "B" -el más bajo del sistema-.
Además, lograron saber que en el boliche ingresaron alrededor de 18 mil personas el día sábado 17 de enero, cuando la capacidad correspondiente a la habilitación del lugar es mucho menor, aunque esto ha sido solo por declaraciones y no se pudo dar una constancia firme sobre lo sucedido.


sábado, 7 de febrero de 2015

Acertijos

Frustrarse solo al levantarse. Perder la cabeza en un espacio sin tiempo. De aquellas sonrisas intencionadas a un salto profundo al abismo. La decisión más difícil después de todo aquello es salir rápido del amor ¿qué amor? Siempre, nunca, todo, nada. Fuimos aquello que nunca supimos ser ¿que no quisimos? Fuimos siempre lo contrario. La corriente ganó. 
El vacío de tus palabras, el pensarlo todo, tu alma calla y ríe, no dice nada, se enfría el ambiente, no quedan soles de febrero. Un crimen es que silencies tanta voz. Desespera no oírte llegar, endulza, atrae, rompe, entra por debajo de la tierra con un movimiento extraordinario sin dejar reacción alguna, es un shock, un golpe al corazón. Y estoy perdido otra vez. 
Esperar, buscar, encontrar, verte llegar, un juego de seducción, el momento previo, los planetas que se mueven al igual que nuestras almas. Decepcionarse, verte partir, no hilvanar el pensar. Todo es un tiempo, todo lo vale, y en minutos el precio es caro. Fuimos quemando las agujas del reloj hasta quedarnos sin más que un plato redondo y vacío en la mesa. El vacío oscuro que se siente en aquellas mañana que ya no necesitas nada. El vacío más profundo que puedes dejar en un corazón, contagiando tus miedos a no seguir perdiendo más. "El que no arriesga no gana". 
El instante previo a amar, ese momento donde se pierden todos los sentidos, las convicciones y los gustos,  donde las almas conjugan un choque que genera tanta inestabilidad que ni la mayor estructura humana puede resistirlo. Solo en eso quedó: en un instante. Aceleraste tanto el juego que diste justo en aquel defecto que llevo pegado como a mi sombra, lo atrajiste dejándolo relucirse bajo los rayos del sol. Y nos acercamos tanto que nos quemó. De tanto tirar la cuerda se rompió, y ya no pudiste dar otro empujón más. En un abrir de cerrar de ojos te perdí, me perdiste, nos escondimos y no volvimos a ser. La noche nos tapó. La arena nos envolvió con el viento que sopló del sur helando nuestros cuerpos. La marea fue demasiado grande y también te ganó ¿Y que se siente terminar en aquella profunda tristeza y en la banalidad de las palabras que terminaran marcando que un lapso suena a poco, pero que cotizado en tiempo, dolió, valió caro? Volver a caer. 
¿Que habrá atravesado por tu mente en aquellos momentos de silencio que compartimos? ¿Sentirás algo oculto que aún no pude descubrir? ¿Que habrá sentido tu alma cuando dormiste sobre mí, con tu cabeza en mi pecho, con tu pierna sobre las mías? ¿Habrás sentido? ¿Cuánto tiempo puedes necesitar para mostrar quienes eres? ¿Quién robo todo aquello que dijiste ser? ¿Cuántas lunas de sábado fueron castigadas por tus errores? ¿Cuántas veces más puedes volver a equivocarte ahora? ¿Por qué dar vuelta todo? ¿Cuál es el modo de amarte? ¿Hay un modo? "Si estas oculta, como sabré quien eres".
En medio de todos los acertijos que tienes logras dar vuelta una cabeza con facilidad. Sabes manejar bien los tiempos, los besos, los abrazos, las caricias. En esos acertijos te escondes y no te dejas ver. Giras mis notas, exponiendo mi lado más perjudicial: pensar para vivir. Y me cambias todo lo que escribo en unos caracteres, sacándome una sonrisa, conformándome con lo que venga. Me calmas por unos días la sed que generas con este desierto de sentimiento. Y ahí estoy, esperando por ti. Trasladando a mi ser por lugares que jamás pensé. Pero no puedo recriminarte nada: me encanta. Y otra vez me contagias. Esta vez tus acertijos. Y me encantas. 

martes, 14 de octubre de 2014

El Viejo Haedo

Las vías del tren, las imágenes en el recuerdo de la estación de madera rodeada de árboles, los talleres del reconocido Ferrocarril Sarmiento, son algunas postales que caracterizan a una ciudad que nació con la creación del mismo. La tranquilidad que se respira en el ambiente quizá sea su mayor particularidad. Haedo tiene esa mezcla de ciudad del interior y la metrópolis porteña. Fundada en 1889, y declarada "ciudad" por ley en 1964, no ha perdido aquella esencia de pocos habitantes ni sus espacios verdes de esparcimiento. El centro comercial, ubicado sobre la Avenida Rivadavia, es de apenas 3 cuadras. El mismo está copado por escuelas privadas que permite ver el bienestar económico de gran parte de sus ciudadanos. Allí, donde se encuentra el conocido local de comidas rápidas, los bancos, la histórica parrilla de la "Vuelta de Haedo", y la estación, se forma la mayor confluencia de gente de todas las edades. Allí, en esos poco más de 300 metros, creció la fama del conocido lingera -por elección, según cuenta el mito urbano- apodado "El Viejo Haedo".
Como otros tantos personajes que ha tenido la ciudad (Pocho, el señor que pedía monedas de un peso. O la señora que se lavaba las manos durante más de una hora seguida en los restaurantes), Héctor -su verdadero nombre de pila- comenzó a quedar impregnado en las calles del barrio y en los corazones de todos aquellos que tienen recuerdos de él, y que por casualidad han podido compartir unas palabras o un vino en las noches vacías de un pueblo dormido.
Las historias que podrían reproducirse del famoso Viejo Haedo quizá superarían a la cantidad de mitos griegos, quien sabe. Lo que si se sabe es que la mayoría de ellos son relatos orales. Una vez de esas tantas, se lo recuerda en un sucucho de la estación, conversando con un joven muchacho, mientras bebían un vino. Nadie sabía exactamente que palabras usó hasta que aquel adolescente ya convertido en adulto las plasmó -para dejarlas en el recuerdo-, cuando ya no se lo veía, y quiso explicar lo que aquel viejo -sabio de la calle- le había dejado como enseñanza: "hay que vivir como uno quiere, siempre buscando ser feliz". Consejero de los más chicos, conocedor de cada despertar de la hermosa ciudad de Haedo repleta de árboles y su paisaje tan tradicional, Héctor se convirtió en Ciudadano Ilustre a fines de 2009. En la actualidad se cree que está en un geriátrico en la zona de Castelar aunque no existe confirmación alguna de ello, pero en su forma de vivir la vida, parece difícil de creer. De lo que podemos estar seguros es que más de una cabeza se preguntará que será de la vida de aquel personaje, que aislado, entre los más desposeídos, se supo ganar el lugar y el respeto desde el vacío de la sociedad.
Acróbata de licores, rey del pavimento, testigo de todo ocaso, sobre las vías del Sarmiento cumplía su sueño de vivir en libertad y no atado a la vida de dinero que le había tocado. Sucio, con un olor que provocaba el alejamiento de muchos, no atacó ni hizo enojar a nadie. Su aspecto resaltaba dentro de una ciudad que cuenta con gran parte de clase media o alta. Héctor, el Viejo Haedo, una leyenda urbana que fue realidad.

Mas allá de las Termas, Chas

Si se menciona al Partido de General Belgrano, de seguro lo primero que se reconoce es a la ciudad homónima, cabecera del mismo, o a las relajantes Termas del Río Salado -el principal atractivo turístico y económico de la población-. La pesca en las orillas del río y todas las posibilidades acuáticas que el mismo da, el bosque encantado a 13 kilómetros del centro, entre otras cosas, son mencionadas oficialmente para ofrecerles a quienes van a descansar. Sin embargo, jamás se oye hablar de las antiguas vías del Ferrocarril Sud -concecionadas a la empresa Ferrosur Roca- que por allí pasaban, ni mucho menos del pueblo -o paraje- Chas.


Blanco y negro, el tren marca la historia:

A 19 kilómetros por la ruta provincial 29 se encuentra este pequeño lugar, tan particular como toda su historia, la cual quedó en el olvido hasta para el famoso Wikipedia. Los comienzos son difíciles de rastrear, aunque se ha dado a conocer una foto de la estación que podría ser de 1875, que bien puede dejar en claro la importancia del tren en todo momento para el paraje, el cual giraba alrededor de su funcionamiento.
Creado y forjado junto a las vías del ferrocarril, todos los habitantes del pueblo vivieron durante en el auge del servicio, de las posibilidades que abría el paso de los vagones. Señaleros, maquinistas, encomenderos, comerciantes para los viajeros que paraban a descansar del largo recorrido por los campos de Buenos Aires, fueron los empleos más comunes y el sostén económico de todas las familias. Pero pese a ello, las decisiones políticas que desencadenaron en la gran cantidad de privatizaciones en la década del 90 no tuvieron compasión ni respeto por aquellos lugares que tenían una sola fuente de entrada de dinero: el tren. A causa del abandono que sufrió el sector ferroviario, Chas se convirtió en uno más de los llamados “pueblos fantasma”.
Y en estos recuerdos, queda el último tren -de carga- que transito por las vías en el año 2005 -aunque para los más descreídos pobladores esto fue simplemente creación de la mente de los niños-, mientras que en 2002, proveniente de Bahía Blanca -a causa de un problema de descarrilamiento en la vía Cañuelas-Monte-Las Flores-, los pasajeros de un ferrocarril observaron por última vez a la estación Chas. Sin embargo, el ramal original que partía de Las Flores hasta Altamirano, llevaba ya un largo tiempo sin cumplir con el servicio, mientras que las vías que desvíaban para el tramo hacia Ayacucho habían sido levantadas y pocos rastros había de ellas. Esta devacle se hizo sentir de manera abrupta en el corazón social, cultural y económico de los lugareños.

Los días después del último tren:

Un pequeño cartel verde y oxidado sobre la ruta 29, indica la entrada a Chas. Hacia dentro, por un camino asfaltado de un largo de 2 km rodeado por los pastos, se encuentra lo poco que hay. El silencio es el sonido que se apropió del ambiente. Tan solo 18 familias conformadas por 80 personas en total son las que viven en el lugar, muchos de ellos, nacidos en esas tierras. En la entrada -que no es entrada- se encuentra la escuela rural nº 8 Mariano Moreno. Allí se dictan las clases para los pocos alumnos del lugar, y también de otros parajes cercanos. Alrededor de 40 chicos son los que asisten, mientras que las maestras juntan a los cursos: todos los de jardín en un mismo aula, de 1º a 5º, y 6º y 7º es encargado a la directora de la escuela. María Luján, maestra de los primeros grados, viaja todos los días desde General Belgrano para hacer su labor: “con 13 o 14 años acá ya empiezan a trabajar, a veces antes, y por eso dejan de estudiar”, explica en referencia a la difícil tarea de contener a los estudiantes, los cuales comenzaron a tener una nueva oportunidad para terminar sus estudios a partir del 2013, cuando el Plan FINES, impulsado por el Gobierno Nacional, empezó a funcionar en la escuela.
Pocos metros después se encuentra la estación -con su aspecto de abandono, despintada y con la humedad en las maderas-, que cuenta con una múltiple función: destacamento policial, enfermería, y biblioteca popular (todavía en construcción). Como en los retratos de años pasados, la misma sigue ocupando un lugar estratégico fundamental para el pueblo, aunque con otras funciones bien distintas a aquellas cuando las ruedas del tren y los bocinazos de la locomotora se oían al llegar. El pequeño cuarto de encomiendas, por su parte, se transformó en el “Museo Ferroviario de Chas” -la única referencia que la Municipalidad de General Belgrano ofrece sobre el paraje-, donde se añora el auge del ferrocarril argentino. Allí se pueden ver desde fotos de avisos de 1946, cuando se estatizó a los trenes en el gobierno de Juan Domingo Perón, con frases particulares de la época: “¡Ya son Argentinos!”, “Más de un millón de personas celebraron la recuperación de los ferrocarrilles”, “PERÓN CUMPLE”; hasta los libros de análisis de ingresos diarios, boletos picados por abrochadora, viejos trabajadores ferroviarios o los prendedores distintivos de cada puesto de trabajo: capataz, camarero, guarda, entre otros.
Las vías, con gran cantidad de óxido y notoriamente sin uso, están rodeadas por los pastos y parece casi imposible la vuelta de un tren. Sin embargo, la esparanza también se enciende a través de las mismas cuando un hombre llega en zorra desde General Belgrano. Verónica Ortíz, enfermera, encargada de la sala de primeros auxilios, y nacida en Chas, fue quien cuenta que en la biblioteca popular, todos los miércoles a las 17:30, llega impulsado a mano, sobre esas cuatro ruedas, el taller de guitarra para los pobladores, dividiéndolos en niveles: “este hombre se acercó y primero trajo el FINES, después el taller de guitarra, y ahora conseguimos tener Wifi para que los chicos puedan usar las 'cristinitas'”. Esas llamadas “cristinitas” son las netbooks del programa Conectar-Igualdad lanzada por Cristina Kirchner en abril de 2010. Pero también, el cuarto de primeros auxilios, funciona como un eje social importante ya que allí se reciben donaciones de ropa, colchones, sábanas, para luego ser distribuidas a quien las necesite de las familias. Verónica, también es una de las impulsoras de la Biblioteca Popular, la cual se pondría en marcha a corto plazo y será un lugar fundamental para la lectura de los chicos.
Frente a la estación, cruzando por encima de las vías y el pasto, se encuentra la iglesia del pueblo, y al costado dos casas precarias. La capilla llamada “San Carlos Chas”, está deteriorada por la humedad tanto por dentro como por fuera. La pérdida de la pintura blanca no deja decir lo contrario. Por dentro solo se encuentran unos 14 bancos, una mesa pequeña, un atril, la cruz de fondo -sin la imagen de jesús-, y los retratos de los santos del catolicismo.
A tan solo dos cuadras, caminando por calle de barro, se encuentra la despensa más importante del paraje y la plaza principal. Esta ultima lleva el nombre de Yolanda Marcovecchio, una mujer nacida en Chas que trabajó como docente en la escuela local, y que es recordada con gran aprecio por los lugareños. Sin embargo, el paisaje no dista mucho de lo que antecede a dos cuadras, en la estación, ya que los habitantes viven en casas de chapas o en los vagones abandonados que quedaron allí varados. El tendido eléctrico llegó hasta el lugar hace pocos años, a partir de la compra de terrenos aledaños por terratenientes que llevaron el sistema hasta las cercanías de Chas, y a partir de allí los vecinos se conectaron al servicio a través de un cable, pero no de manera formal.
Con la desaparición del tren, las condiciones económicas se complicaron y muchos de los habitantes de Chas viven de las changas en los campos o solamente de las asignaciones estatales, como es la Asignación Universal por Hijo. “Acá se vivía del tren. Era muy importante. Las mujeres de acá tienen que ir a trabajar a General Belgrano limpiando casas por hora, pero un remis les vale 140 pesos cuando el boleto de tren no valdría más de 6 o 7 pesos, eso también marca una diferencia. Muchos eligen comprarse una moto para hacer el viaje todos los días”, expresaba Verónica, dejando en claro la necesidad de la vuelta del ferrocarril. Pero, aunque parezca contradictorio y raro en sitios donde el tren sonaba fuerte, para los belgranenses, la idea de verlo nuevamente funcionando no parece atractiva, o así por lo menos lo dejaba en claro María Luján: “en la ciudad muchos piensan que la vuelta del tren sería un problema, porque como es barato traería todos los chorros, y no quieren eso porque acá debe ser de los lugares más seguros de la provincia. Pero los chorros no vienen solo en tren, vienen en camionetas o en autos”, afirmaba la maestra.
Los recuerdos vivos en las vías ya son pocos, las señales oxidadas, el inexistente empalme de trenes llegados desde Ayacucho con las vías que llegaban desde Las Flores, las palancas de desvío de los trenes, el galpón para herramientas, ya están siendo cada vez más superado por el crecimiento del pasto, que deja en el olvido físico pero no mental de Chas: “la última vez que vi pasar a un tren fue hace 15 años. Lo recuerdo porque yo estaba embarazada”, dijo una mujer, dejando en claro que en Chas, el tren, en algún lado, sigue vivo.