martes, 14 de octubre de 2014

El Viejo Haedo

Las vías del tren, las imágenes en el recuerdo de la estación de madera rodeada de árboles, los talleres del reconocido Ferrocarril Sarmiento, son algunas postales que caracterizan a una ciudad que nació con la creación del mismo. La tranquilidad que se respira en el ambiente quizá sea su mayor particularidad. Haedo tiene esa mezcla de ciudad del interior y la metrópolis porteña. Fundada en 1889, y declarada "ciudad" por ley en 1964, no ha perdido aquella esencia de pocos habitantes ni sus espacios verdes de esparcimiento. El centro comercial, ubicado sobre la Avenida Rivadavia, es de apenas 3 cuadras. El mismo está copado por escuelas privadas que permite ver el bienestar económico de gran parte de sus ciudadanos. Allí, donde se encuentra el conocido local de comidas rápidas, los bancos, la histórica parrilla de la "Vuelta de Haedo", y la estación, se forma la mayor confluencia de gente de todas las edades. Allí, en esos poco más de 300 metros, creció la fama del conocido lingera -por elección, según cuenta el mito urbano- apodado "El Viejo Haedo".
Como otros tantos personajes que ha tenido la ciudad (Pocho, el señor que pedía monedas de un peso. O la señora que se lavaba las manos durante más de una hora seguida en los restaurantes), Héctor -su verdadero nombre de pila- comenzó a quedar impregnado en las calles del barrio y en los corazones de todos aquellos que tienen recuerdos de él, y que por casualidad han podido compartir unas palabras o un vino en las noches vacías de un pueblo dormido.
Las historias que podrían reproducirse del famoso Viejo Haedo quizá superarían a la cantidad de mitos griegos, quien sabe. Lo que si se sabe es que la mayoría de ellos son relatos orales. Una vez de esas tantas, se lo recuerda en un sucucho de la estación, conversando con un joven muchacho, mientras bebían un vino. Nadie sabía exactamente que palabras usó hasta que aquel adolescente ya convertido en adulto las plasmó -para dejarlas en el recuerdo-, cuando ya no se lo veía, y quiso explicar lo que aquel viejo -sabio de la calle- le había dejado como enseñanza: "hay que vivir como uno quiere, siempre buscando ser feliz". Consejero de los más chicos, conocedor de cada despertar de la hermosa ciudad de Haedo repleta de árboles y su paisaje tan tradicional, Héctor se convirtió en Ciudadano Ilustre a fines de 2009. En la actualidad se cree que está en un geriátrico en la zona de Castelar aunque no existe confirmación alguna de ello, pero en su forma de vivir la vida, parece difícil de creer. De lo que podemos estar seguros es que más de una cabeza se preguntará que será de la vida de aquel personaje, que aislado, entre los más desposeídos, se supo ganar el lugar y el respeto desde el vacío de la sociedad.
Acróbata de licores, rey del pavimento, testigo de todo ocaso, sobre las vías del Sarmiento cumplía su sueño de vivir en libertad y no atado a la vida de dinero que le había tocado. Sucio, con un olor que provocaba el alejamiento de muchos, no atacó ni hizo enojar a nadie. Su aspecto resaltaba dentro de una ciudad que cuenta con gran parte de clase media o alta. Héctor, el Viejo Haedo, una leyenda urbana que fue realidad.

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